“Habiéndose apoderado de Saint-Mihier, unos bandidos de Vandea entraron en una casa con la intención de ejercer su perversidad. Para su sorpresa se encontraron con una mujer rodeada de sus hijos, tranquilamente sentada en su tienda, cerca de un barril de pólvora, con dos pistolas en las manos y la firme intención de hacer saltar la casa, con toda su familia, antes que caer en manos de estos furiosos. Su coraje y su recio aplomo les impresionaron, y su asilo fue respetado”.